Lo que he aprendido del sentido de la vida
Narrativa de cierre de mi voluntariado en Tabatinga, Brasil 2022.
Hugo Vasquez Natareno
12/20/20225 min read
Narrativa
Son las 8:37 de la noche, estamos en un pueblo en la orilla del río Solimões. Hace unos momentos ha empezado el segundo encuentro vocacional de jóvenes indígenas. Cenamos arroz, pescado y fariña, hemos hecho algunos juegos y pedido a los traductores que los guíen. Llega el final del primer día, para este momento tres jóvenes mujeres comparten su testimonio vocacional, ellas han estado viviendo una experiencia en Manaos. No entiendo nada de lo que narran porque lo hacen en su lengua materna, el Ticuna, pero veo unas sonrisas amplias en su rostro y una atención tremenda del resto de jóvenes. Pienso… ¿Es esto el sentido de la vida? Eso que me ha traído hasta aquí para intentar dar respuesta a inquietudes existenciales sobre cómo hacer de mi vida algo que valga la pena. Tomo distancia de lo que está aconteciendo y reconozco que no lo sé y tal vez, temo que no lo sabré jamás con exactitud.
Esto del sentido de la vida es algo con lo que estaba familiarizado, me dediqué a encuentros vocacionales durante cuatro años ¡y vaya que se habla de eso! De ahí nació mi inquietud que no se quedó en eso, me llevó a recorrer 1 500 kilómetros fuera de mi lugar de origen y vivir una experiencia de voluntariado, llamado de forma secular o como terminé por llamarle de “Misión o misionero”; como le decían la mayoría de gente que conocí.
Llegué a Tabatinga en abril, luego de una travesía por la burocracia brasileña para conseguir la visa, que por momentos me llenó de desconsuelo. Mi preconcepto de experiencia estaba con una imagen muy secular, respecto a los trabajos sociales y la tarea de entregar un poco de lo que “conoces y sabes” para el bien de otros. ¡Que mal partir de entregar algo que consideras que tienes de más!, para quizá decir desde el privilegio “puedo con lo mío y también puedo con lo tuyo”, lenta y dolorosamente la perspectiva fue cambiando para hacerme sentir de nuevo pequeño ante una inmensa realidad amazónica llena de dificultades y dolencias. Esos días de inicio quise haber estudiado medicina, música, ingeniería, arquitectura, psicología y todo lo que podía para responder mejor a cada necesidad que descubría, mi conclusión era la misma, hay tanto por hacer y puedo ofrecer tan poco, nada más que mi vida. Que pequeño y frágil soy.
Recuerdo que, en algún momento de mi vida quise ser misionero por siempre, eso que conocí en La Unión Zacapa o en las aldeas de Chiquimula. Con el tiempo fui entendiendo a partir de esas vivencias con niños y adultos, mi vocación de educador. Luego, yendo de un compromiso a otro, al terminar la secundaria llegué a ser maestro y de nuevo, quise ser maestro toda mi vida. Quizá han sido las dos certezas más profundas que he experimentado en mi corta vida, a partir de descubrir por un pequeño momento de alegría, la emoción de vivir una vida con sentido.
Enfrentarse a la vida exige dislocarse, mudarse, estar abierto a salir de la zona de confort, a lo nuevo y a transitar con audacia aquellas oportunidades. Aproveché este tiempo también para dialogar con muchas personas de todas las nacionalidades, con vivencias de todo tipo y leer muchas biografías, con el único fin de seguir dándole cuerpo de comprensión a todo esto que viene a la mente y al corazón. Entiendo que el sentido es algo que se sigue buscando y se alcanza como la misma vocación en las continuas respuestas que damos a los llamados del día a día. Aunque puede estar gastado hablar de sentido de vida, retomo las palabras de Pilar Bonnett citando a Annie Ernaux: “…El hecho de haber vivido algo, sea lo que sea, da el derecho imprescriptible de escribir sobre ello. No existe una verdad inferior”.
Vivir con sentido para mí se ha traducido en: 1) No tomarse nada personal, vivir en paz, sin hacer daño a otros y asumiendo las causas de los más débiles. 2) Dar siempre lo mejor de mí, siendo creativo e innovador y cuidado de mi salud. 3) Ser consciente del presente, del ahora. Sin miedo a envejecer, siguiendo las intuiciones y corazonadas sin dejar de creer en el criterio de los más expertos y vividos. 4) Ser totalmente responsable de lo que me sucede. Esto implica darse la oportunidad de ser vulnerable, aceptar el fracaso y la insignificancia. 5) Enfocarme en lo importante. Rechazar lo que no lo es, cosas batallas, pensamientos y personas. Menos, es más.[1]
Han pasado algunos meses desde que esta búsqueda profunda por el sentido de vida me ha llevado a diferentes lugares y personas, mucha gente feliz haciendo cosas increíbles y mucha gente triste en medio de la nada, frustrada o incomprendida. El sentido es distinto para cada uno, lo cierto es que en la falta de sentido produce mucho dolor para las personas y su entorno. A pesar de que hay muchas otras cosas que no he terminado de comprender o mudar en mi vida, porque uno se trae las historias de vida y sobre ellas escribe, termino por aferrarme a la idea de que ahora, esta pequeña experiencia me ha dado criterios para elegir la vida que quiero vivir.
Las personas me preguntan cuál es mi próxima misión, a qué país me enviarán, asumiendo qué de aquí, algún superior me enviará a otro lugar. Respondo con un poco de vergüenza que regreso a mi casa, a mis pequeñas comodidades y entendiendo que quizá, mi próxima misión es nutrir mi vida de cosas que tengan valor, y llevo de aquí algunos criterios para acercan día a día a esa oportunidad. Ahora son las 11 de la noche del 20 de diciembre, han pasado algunos días desde que escribí la primera parte de este texto y algunos meses desde que salí de mi tierra, estoy en Bogotá, mañana abordo el vuelo hacia Guatemala. Me volveré a encontrar con mucha gente que quiero y extraño, pero también me daré cuenta de que mucho de eso que fui se ha quedado, lo importante es que ahora toca vivir, tal como lo dice Albert Camus “Nunca serás feliz si continúas buscando en qué consiste la felicidad. Nunca vivirás si estás buscando el significado de la vida”.
Ojalá que todos aquellos que están pensando que su vida se puede transformar en algo con valor para otros, tomen ese riesgo; porque la “Misión” es un compromiso en conjunto, porque si sientes esa inquietud o corazonada, seguramente por ahí es donde viene el sentido. Estos caminos de audacia deben estar llenos de jóvenes que se comprometen por las causas de los demás como lo hizo Jesús.
Hugo Vasquez Natareno
[1] Muchas ideas son producto de lecturas de libros como: Los 4 Acuerdos de Miguel Ángel Ruiz Macías, Mas fuerte que nunca de Brené Brown, Arrupe de Pedro Miguel Lamet, Ignacio de Loyola de José de Arteche, Lo que no tiene nombre de Pilar Bonnett, No cosas y Filosofía del budismo Zen de Byung-Chul Han, entre otros.