Transformación social y educación: el rol del docente en el siglo XXI

“Éramos tres jóvenes que únicamente teníamos iniciativa, los busqué en el dos mil once porque fuimos producto de un proceso en el que sin querer nos vimos involucrados en actos de cambios estructurales dentro de nuestro Colegio; compartimos los mismos ideales sin saber que coincidiríamos en muchos aspectos más. Juntos luego del fracaso del Consejo Estudiantil nos involucraríamos en una idea educativa, una asociación que tenía futuro pero la dejamos morir. Ahora ellos lideran un grupo de jóvenes antigüeños que nos ha dejado una lección a todos los guatemaltecos: liberarnos de la apatía. Esto no es producto de otra cosa que de la Formación de Agentes de Transformación Social”.

Hugo Vasquez Natareno

9/13/20153 min read

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En 2014 desarrollé una investigación sobre una Guía Metodológica para orientar el área de Formación Ciudadana, motivado por la percepción de un desinterés docente e institucional que contribuía al fracaso de nuestras acciones ciudadanas, el estancamiento político y la apatía estudiantil hacia la organización colectiva.

La idea nació cuando una estudiante de ocho años expresó su descontento con el presidente de ese momento. Su opinión coincidía con mi percepción y, eventualmente, con la de la mayoría de los guatemaltecos. Estas reflexiones, producto de la libertad de expresión y la memoria histórica, evidenciaron la necesidad de formar ciudadanos conscientes y críticos.

La educación como herramienta de transformación social

La transformación social es un eje fundamental en la construcción del conocimiento. Representa no solo una oportunidad para reconfigurar nuestra manera de actuar, sino también un reto para las instituciones educativas. Este proceso formativo debe incluir elementos de las ciencias sociales, la comunicación oral y escrita, y, sobre todo, prácticas que fomenten la conciencia de la realidad social.

El objetivo debe ser la formación de Agentes de Transformación Social (ATS), individuos comprometidos con su entorno y capaces de generar cambios positivos. Sin embargo, este propósito se ve limitado cuando las instituciones no promueven la organización estudiantil ni el reconocimiento mutuo entre los estudiantes. El sistema educativo, en muchos casos, forma estudiantes apáticos que no cuestionan ni la enseñanza ni el entorno en el que se desenvuelven.

La relevancia de la organización estudiantil

No es casualidad que muchos líderes guatemaltecos hayan surgido de organizaciones estudiantiles en escuelas normales y universidades. Estos espacios permiten practicar el pensamiento crítico y la acción colectiva. Sin embargo, las instituciones enfrentan un gran desafío: no basta con tener recursos económicos o metodológicos; el verdadero reto radica en gestionar estudiantes críticos que cuestionen la autoridad y exijan cambios.

La sumisión y apatía no son producto del azar. Son mecanismos diseñados para garantizar el control disciplinario, la coerción docente y la limitación de la libertad de pensamiento. ¿Qué docente desea enfrentarse a un estudiante que argumente sus decisiones pedagógicas? ¿Qué institución tolera la "sublevación" de estudiantes al descubrir problemas administrativos o injusticias internas?

Pensamiento crítico: entre el reto y la amenaza

El pensamiento crítico, lejos de ser considerado una competencia urgente en la educación guatemalteca, es visto como una amenaza. Si realmente fomentáramos este pensamiento, se cuestionaría la calidad docente, se debatirían ideas de sumisión y machismo, y se replantearían prácticas arraigadas en el sistema. Paradójicamente, el pensamiento crítico, que beneficia enormemente al proceso educativo, es percibido como un "virus" que podría poner en riesgo la estabilidad laboral de los docentes.

El rol del docente en la formación de ATS

La educación, entendida como práctica de la libertad, exige formar ATS a través del pensamiento crítico, más allá de áreas como matemáticas o ciencias naturales. Esto implica preparar a los estudiantes para enfrentar el futuro con una conciencia social que trascienda la individualidad y el afán de crecimiento económico.

El docente debe ser un modelo de pensamiento crítico y libertad de expresión. Su labor no se limita a la enseñanza de contenidos; debe incluir estrategias para abordar temas coyunturales, fomentar la participación colectiva mediante proyectos de servicio social y promover la conciencia colectiva y la memoria histórica.

Esta tarea no puede delegarse a docentes desconectados de la realidad, que ignoran problemáticas políticas o sociales, o que reproducen ideas machistas y prejuiciosas en sus aulas.

Un futuro en manos de la educación

En un país azotado por la desigualdad, la transformación social debe ser una prioridad docente e institucional. De nada sirve formar profesionales altamente capacitados en idiomas o tecnología si carecen de interés por transformar la realidad de su comunidad.

La ideología y estrategia de vida de cada estudiante serán decisiones personales, pero el trabajo del docente debe ser garantizar que reconozcan su compromiso social y cuestionen la realidad con argumentos sólidos.

Si usted, docente, no está creando espacios para la discusión, fomentando el pensamiento crítico y construyendo conciencia colectiva, no está haciendo nada. La educación, como práctica de libertad, exige un compromiso inquebrantable con la formación de ciudadanos conscientes y transformadores.

Hugo Vásquez Natareno