Un viaje sin armaduras
Un viaje de autenticidad, lleno de valentía a través de la vulnerabilidad.
Hugo Natareno
7/1/20252 min read


Cada uno de nosotros es como un viajero que cruza desiertos, montañas y ríos, cargando una mochila que se va llenando con todo lo que vivimos. En esa mochila llevamos recuerdos, heridas, aprendizajes, sueños… y a veces, también pesos que no nos corresponden.
A lo largo de ese camino, muchos tratan de entregarnos “armaduras” para protegernos. Normas rígidas sobre cómo debemos comportarnos, opiniones de quienes creen saber qué es mejor para nosotros, o modas que nos prometen aceptación si solo encajamos en su molde. Esas armaduras suelen lucir brillantes, fuertes, seguras. Pero no siempre nos quedan.
David, el joven pastor que decidió enfrentarse al gigante Goliat. Cuando el rey Saúl quiso ayudarlo, le ofreció su armadura: casco, coraza, espada… todo de lo mejor. Pero David, al probarla, apenas podía caminar. “No puedo andar con esto, porque no estoy acostumbrado”, dijo. Así que se la quitó y eligió ir con lo que realmente dominaba: su honda, sus piedras y la confianza en algo más grande que él mismo. Y con eso venció al gigante.
¿Cuántas armaduras hemos aceptado que no nos dejan movernos libres? A veces, nos vestimos de lo que otros esperan que seamos: el fuerte que nunca llora, el gracioso que se esconde tras chistes, el rebelde que dice que nada le importa, el perfecto que nunca comete errores. Cada una es como esa armadura que le pusieron a David: pesada, incómoda, ajena.
Viajar sin armadura es más desafiante, claro. Nos sentimos expuestos, vulnerables. Pero es también el único modo de descubrir quiénes somos de verdad y de abrir espacio para algo auténtico. Es el camino que nos permite construir una historia con rostro propio, lejos de la masa, lejos de las máscaras.
Nadie está obligado a repetir viejas rutas. Podemos decidir, incluso en medio de las dificultades, qué queremos llevar en nuestra mochila y qué queremos dejar atrás. Podemos elegir luchar nuestras batallas con lo que somos, sin fingir.
Al final, el gigante no siempre está afuera. Muchas veces está dentro de nosotros: en nuestros miedos, inseguridades o heridas. Pero, como David, tenemos en las manos las herramientas necesarias para vencerlo, si nos atrevemos a caminar con lo que nos es propio.
Que en este viaje, tengamos el coraje de quitarnos las armaduras que no nos pertenecen. Y seguir adelante, ligeros, auténticos… y verdaderamente libres.
Hugo Vásquez Natareno
E-25: "Señor en ti confío, tú eres mi esperanza"